La Música de las esferas celestes 
Reverberación creacional



En este espacio, que según me explica mi asistente se llama “blog”, he intentado adentrarme en lo no dicho, lo que se oculta, aun siendo parte del exoterismo más tradicional pero que el mundo actual oculta, calla o desconoce. 
Los trabajos de la Cosmología, como Ciencia Sagrada, que aquí citaremos son de los grandes maestros: Ptolomeo, Pitágoras, el gran sacerdote Melquisedec, Atanasius Kircher, Titus, Mons. Páleka, entre otros. Todos coherentes entre sí, ya que representan a la astrología antigua o tradicional, pero cabe aclarar que cada uno de ellos ha hecho aportes notables a la construcción y desarrollo de este maravilloso arte. Seré en extremo cuidadoso de manejarme en este peligroso filo generado entre la revelación y lo revelado.





La creación no es estática, se mueve y en ese movimiento produce sonidos, algunos audibles por el hombre otros no. Algunos audibles por el oído corporal y otros por el espiritual.
Las siete grandes regentes de la creación, "las cadenas helíacas", a su vez, vibran y resuenan a lo largo de toda su extensión desde el trono del creador hasta la menor de las partículas micro-cósmicas. Tanto Pitágoras como Ptolomeo muestran estas relaciones pero es en La Escuela Mística Astrológica que, a través del Gran Maestre del Sur del Mundo, se revela para todo el que quiera oír, los sonidos fundamentales de la creación y su interrelación.  (Ver Anima Mundi del Cristo Total de Monseñor Claudio Páleka. Editorial Panis Angelorum).

Hombre y reverberancia
En el proceso de descenso del alma hacia el cuerpo, el proceso mismo del descenso, permite que el alma se tiña y modele con estos sonidos.
En el punto de su nacimiento al mundo, toda criatura, ve cristalizada esta melodía en sus cartas celestes (recordemos que son tres: la astral, la cabalística y la mística).
Cada carta puede ser leída musicalmente, ya que expresa tanto las alturas musicales como los ritmos de ese recién nacido, también podemos leer cómo vibra y repercute a cada instante de su vida en relación a otras melodías y armonías. Una reducción que hace la astrología cientificista es la llamada “sinastría”, que pobre en su aplicación ha renunciado a la vastedad y gloria de su origen.
Cómo resuena una criatura con el momento del año que le toca vivir, qué aspectos armónicos o inarmónicos modifican su melodía natal o la interacción con otras melodías, es el objeto central de estas líneas.
Es más, podemos decir, que el nombre con el cual nos llama el Creador es entonado con esa melodía. Un vestigio de esto se observa en las entonaciones de los lenguajes hablados, todo posee su música, propia, única e irrepetible.

Reverberación Celeste
Las tres ruedas que giran para conformar la esfera celeste, poseen su propia melodía que repercute en nuestro ser, que a su vez las contiene, modificándolas y expandiéndolas interactuando con las melodías de los otros creados. Macrocosmos y microcosmos se reflejan y refractan creando la más maravillosa sinfonía, la de la creación, sólo orquestada y dirigida por el Gran Padre de los Cielos, que en boca del Verbo primigenio se expande por las cuerdas invisibles del Espíritu de Vida.
Hay una ciencia sagrada que enseña a modificar estas melodías, muy alejada del exoterismo de este humilde ámbito, pero que debe ser nombrada.
Conocer la melodía, la armonía, la música integral de una criatura es conocer su alma, su interior y sólo cada criatura unida a la voluntad Divina, puede tener el poder de cambiarlo al más íntimo nivel.
Sabemos que un conocimiento más superficial de este complejo arte nos permite prever el devenir de un ser, mas no determinarlo. Por ello detallaremos algunos hilos que tejen esta magnífica realidad.
Dentro del misticismo pitagórico se buscaba descubrir el destino del alma a través de la contemplación de lo creado. Los pitagóricos fueron los primeros en trabajar abiertamente las proporciones celestes y su interacción con lo musical.
Dice Atanasius Kircher en su obra “Mysurgia universales” del año 1662: “La música de la naturaleza comprende la naturaleza de todas las cosas… Está, pues, la gran música del mundo, la maravillosa correspondencia de los cielos; de los elementos y de todas las criaturas; y está en especial la música humana, que consiste en la armonía del cuerpo humano o de sus sentidos internos y externos”  
Y Johannes Kepler en “Harmonices Mundi” del año 1619 dice: “El brillo de los astros hace la melodía, la naturaleza sublunar danza al son de las leyes de dicha melodía”. 
La música humana es una aproximación significativa pero imperfecta, a la música de las esferas, emite la música del reino de Dios con los medios del mundo, pero en manos de un Maestro puede llegar a los más altos niveles de iluminación.
Santa Hildegarda de Bingen escribe en una de sus epístolas: “… En el primer hombre, como salido directamente de la mano de Dios, «residía el sonido de toda armonía y la dulzura de todo el arte musical»”, más adelante prosigue: “… Velad para que lleguéis a esto movidos por el celo de la justicia de Dios y no por la indignación o por cualquier otra emoción injusta o bien por el deseo de venganza; y cuidad siempre que Satanás, que arrancó al hombre de la armonía celestial y de las delicias del Paraíso, no os engañe en vuestros juicios»...” Estas fueron palabras de la Santa frente a la prohibición del canto litúrgico en un monasterio.
Hay Obras, tal como la de Hildegarda de Bingen, que han plasmado esta música celestial (ver como ejemplo: Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales -Symphonia armonie celestium revelacionum-)
Ejemplos como estos hay muchos y ya me he extendido demasiado. Pronto trabajaremos en detalle mayor la música de la creación y su relación con lo astral.

Gabo Abad. Astrólogo y Futurista.