9 de agosto de 2016
Estrellas fijas
Fiesta de Qi Xi o Tanabata



El universo resuena con la vida misma, mostrando en los Cielos su cara más benévola, hay magia que mueve secretamente los delicados hilos del devenir astral. El Cosmos como criatura inabarcable da signos de la presencia de quien mueve esos hilos, más sólo el hierofante, ese iniciado guiado por la mano de su Rabí entiende ese devenir como el camino mismo.
Hoy quiero escribirles sobre una de las historias más bellas y terribles de los cielos. Sobre los amantes celestes Vega y Altair o como son conocidos en oriente Orihime y Hikoboshi, la doncella tejedora, la hermana menor de las siete hadas cósmicas y el arriero, el joven pastor de las estrellas.

Las estrellas fijas

Los astrólogos conocemos a estas magníficas criaturas que conforman el plano cósmico del cielo nocturno de la tierra. Sabemos desde tiempos antiguos que no son criaturas inmóviles, cosa que la ciencia moderna ha aprobado en sus cortes inquisitorias recientemente.

El primero en catalogarlas y taxonomizarlas fue el gran Maestro Ptolomeo, este catálogo posee 1022 estrellas pero sólo 60 son tomadas como referentes del devenir creacional. A simple vista desde la tierra se pueden observar alrededor de 6000 estrellas.

Estas estrellas en la carta astral marcan puntos inexorables para quien es objeto de estudio.

Ya hemos hablado de algunas de estas estrellas en otros artículos e iremos incorporando más de ellas en nuestro saber, hoy es el turno de Vega y Altair.


Resistirse es inútil

Cuando un hombre viejo como yo se enfrenta al ímpetu de un joven sagitariano no es de esperar que siempre termine imponiéndose, ya sea por persistencia o por obcecación del joven en cuestión. Este asistente mío, adolece de una  anormal simpatía por la astrología china e insiste en intentar llevarle a este viejo buey la pródiga maravilla de ese zodíaco milenario. En una de sus sagitarianas embestidas, me recordó una bellísima historia de amor y estando cercano a que ese evento se produzca en los cielos quisiera compartirlo con ustedes. 

Qi Xi
Qi Xi, es la fiesta de los Sietes, el día chino del amor o la festividad del doble 7. Los japoneses la llaman Tanabata o fiesta de las estrellas.

Esta fiesta se da en los cielos cuando Vega y Altair se comienzan a acercar y se unen perfecta sincronía, iluminando los corazones de aquellos que los observan.
La fiesta se realiza el séptimo día del séptimo mes de calendario lunisolar de oriente, que se halla desplazado unos 28 días del gregoriano.
Qi Xi o Tanabata, es conocida también como la fiesta de los cinco colores, que sumados a los colores propios de las estrellas dan un siete. Los colores son Naranja, Celeste (azul claro), Amarillo, rojo (carmín) y violeta.
Es una fiesta en la que se realizan pedidos y se escriben en papeles de estos colores atándolos a un árbol sagrado, que puede ser un Sakura (cerezo) o a arbustos jóvenes de bambú, ya sea de las propias casas o de templos.
En la antigüedad china estos deseos eran para pedir habilidades, con lo cual fue conocida también como fiesta de los talentos.

Entre cuestiones de amantes y talentos, algunos de esos deseos, eran un tanto íntimos para detallarlos en estas líneas aptas para todo público.


La historia

Orihime, el hada tejedora e hija menor de Tentei, el Rey Celestial se bañaba con sus seis hermanas en el río. Cerca de allí el pastor Hikoboshi robó, por consejo de su amigo el buey, las vestiduras de las hermanas que estaban en la margen del río, tal acto era sólo una travesura. Al salir de las aguas, las hermanas vieron que faltaban sus ropas y mandaron a Orihime, la menor, a buscarlas. Cuando el arriero ve a la joven princesa se enamora inmediatamente, amor que fue correspondido por ella. En ese instante él le pide matrimonio y prontamente se casaron.

Tentei vió plenamente feliz a su hija por primera vez. El amor entre ambos era tan fuerte que pronto comenzaron a desatender sus tareas, ya que sólo existía el uno para el otro. Ella era la hiladora del rey, quien tejía las vestiduras celestes y él, el pastor de las estrellas.

Furioso, el Rey celestial, separó a los amantes, uno a cada lado del río Amangowa (la vía láctea). El dolor de verse separados para siempre llevó a Origime a rogarle que le permitiera verlo aunque sea una vez al año, conmovido por sus lágrimas y por la intercesión de la Diosa del Cielo, madre de Origime, el Rey le concede el pedido.

Es así como en los cielos el amor de Origime y Hikoboshi resuena en nuestros corazones, el séptimo día del séptimo mes de cada año.

La fiesta de los amantes Qi Xi - Tanabata en 2016

Este año el encuentro se dará el 9 de agosto según nuestro calendario, sus efluvios se sentirán por 7 días desde el 6 al 12 de agosto. 
Los deseos y pedidos deberán ser escritos el mismo 9 de agosto por la noche, para que al salir el hermano sol, los eleve al Rey Celestial.
En esta fiesta es costumbre comer sōmen (fideos finos de arroz en sopa), aunque en la antigüedad estos fideos eran dulces y representaban las hebras entrelazadas de la vía láctea y los hilos del telar de Origime. Representando también, los lazos de los amantes, que aún en la distancia permanecen unidos por los hilos cósmicos.

En Resumen

El Cielo nos ofrece una nueva excusa para que el amor brille en nuestros corazones, no la dejemos pasar. Algún día les escribiré más sobre esta historia pero por ahora centrémonos en este efluvio de amor. Los dejo con un poema clásico que se canta para estas fiestas.


Las hojas de bambú susurran,
meciéndose en el alero del tejado.
Las estrellas brillan
en los granos de arena dorados y plateados.
La tiras de papel de cinco colores
ya las he escrito.
Las estrellas brillan,
nos miran desde el cielo.

Canción tradicional de la fiesta de Tanabata - Japón

Gabo Abad. Astrólogo y Futurista